El Capitolio vuelve a ser la sede del Parlamento cubano
La gente del interior viene a La Habana y no quiere regresar a su tierra sin visitar el Capitolio. Se fotografían con el Capitolio al fondo, como testimonio imbatible de su estancia en la capital. Lo mismo hacen los extranjeros que visitan la Isla.
El área que ocupa el Capitolio perteneció a la Sociedad Económica de Amigos del País que fomentó en ella, a partir de 1817, un jardín botánico. El gobierno colonial español enajenó la propiedad de ese terreno, y en 1835 se comenzó a construir allí la estación de trenes de Villanueva. Trasladar los ferrocarriles de esta zona que iba convirtiéndose en la mejor de La Habana fue, en las décadas postreras del siglo XIX, un anhelo creciente de los habaneros.
Se haría realidad en 1910 cuando, en un negocio fraudulento, el Estado cedió a la empresa de los Ferrocarriles Unidos los terrenos del viejo Arsenal, donde se levantó la nueva estación ferroviaria, y recibió a cambio los de Villanueva, en los que debía edificarse el Palacio Presidencial.
Comenzó la construcción de la mansión del Ejecutivo, pero las obras se paralizaron al asumir la presidencia el general Menocal. Otros eran sus planes. Quería edificar el Palacio en los terrenos de la Quinta de los Molinos y el edificio recién comenzado quedaría como sede del Legislativo. Esa determinación obligó a hacer modificaciones sustanciales al proyecto original e impuso que se dinamitara la cúpula ya construida y que pesaba 1 200 toneladas métricas. Cuatro petardos, convenientemente colocados, la demolieron en tres segundos y medio.
Las obras se reanudaron en 1917, solo para que se interrumpieran dos años más tarde por falta de dinero, y en 1921 el presidente Zayas las suspendió definitivamente. Cuando en 1925 Machado llega a la presidencia encuentra el Capitolio a medio hacer y con aspecto de ruina.
UN MINISTRO MEGALÓMANO
Machado decided to modern
Machado se propuso modernizar la capital cubana y se lanzó en un vasto y ambicioso plan de obras públicas. Resultaba impensable que su megalómano ministro Carlos Miguel de Céspedes dejara al edificio fuera de su punto de mira. A partir del 1 de abril de 1926 la obra demoró 37 meses en quedar concluida.
En su construcción se usaron cinco millones de ladrillos, más de tres millones de pies de madera, 150 000 barriles de cemento y 38 000 metros cúbicos de arena. También 40 000 metros cúbicos de piedra picada y 25 000 metros cúbicos de piedra de cantería, 3 500 toneladas de acero-estructura y 2 000 toneladas de cabillas.
La cimentación resultaba insuficiente para la nueva cúpula y se hincaron cerca de mil pilotes de madera dura sobre los cuales se fundió una placa de hormigón armado a fin de que descansaran las ocho columnas de acero que la sostienen. Es, por su diámetro y altura, la sexta cúpula del mundo. Su linterna se halla a 94 metros del nivel de la acera, y en el momento de inaugurarse el edificio solo la superaban, en su estilo, la de San Pedro, en Roma, y la de San Pablo, en Londres, con 129 y 107 metros de alto, respectivamente.
Su escalinata monumental posee 55 peldaños. La rematan dos grupos escultóricos. Uno simboliza El trabajo o El progreso de la actividad humana; el otro, La virtud tutelar del pueblo. Son obras del italiano Angelo Zanelli, autor del Altar de la Patria que en Roma forma parte del monumento al rey Víctor Manuel. También de ese escultor es la Estatua de la República que se destaca en el imponente Salón de los Pasos Perdidos, exactamente debajo de la cúpula. Su peso es de 30 toneladas y se eleva a una altura total de 14,6 metros. Es una de las estatuas bajo techo mayores del mundo. Muy poco se sabe de la exuberante cubana que sirvió de modelo a esa escultura. A sus pies, empotrado en el espejeante piso, un brillante marca el kilómetro cero de la Carretera Central.
Cuando se pasa balance a la construcción de este edificio suelen resaltarse los nombres del arquitecto Eugenio Rayneri Piedra y del ingeniero Luis Betancourt, jefe del salón de dibujo. El Capitolio, es también obra de otros muchos arquitectos, ingenieros, proyectistas, dibujantes y obreros.
El gobierno de Machado quiso reunir en la escalinata del edificio a todos los constructores que día a día levantaron esta obra faraónica y retratarlos juntos como documento y recuerdo. La imagen, captada por las cámaras de más de 30 fotorreporteros, se considera la fotografía para la que posaron en Cuba un mayor número de personas.
Según cálculos de Rayneri, aparecen en ella unos 5 000 hombres, cubanos y españoles en su mayoría, que laboraron a pie de obra como capataces, carpinteros, canteros, electricistas, albañiles, jardineros, mecánicos, escultores, cerrajeros, cocineros, peones y personal de apoyo. Y unos cientos de trabajadores que ya habían concluido sus tareas y los especialistas de una veintena de empresas cubanas y extranjeras contratadas para el acabado. Sin embargo, otros tres mil trabajadores no podían aparecer en la foto porque trabajaban en talleres de Italia, Francia e Inglaterra creando las esculturas y cuadros, o fabricando herrajes, cortinas y decorados que enviaban a La Habana. Cinco obreros y técnicos, algunos cubanos, encontraron la muerte durante la construcción del edificio.
La obra se inauguró de manera solemne el 20 de mayo de 1929. Había costado, se dice, 17 millones de pesos. El pueblo, mediante una encuesta, decidió que recibiese el nombre de Capitolio. Tras un arduo proceso de restauración aún inconcluso, se reinauguró el 16 de noviembre de 2017 como sede institucional de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento unicameral). Es, por su magnitud y belleza, el edificio más importante de La Habana y de toda Cuba, y uno de los más majestuosos de América. Palacio de palacios. Monumento Nacional. Símbolo de la República. Orgullo de todos los cubanos.