Este viernes 25 estuve desde las once y media de la mañana en los terrenos de la Ciudad Deportiva, pero valió la pena: al entrar pude ganar un lugar increíble, a menos de diez metros del escenario. El problema con ese tipo de emplazamientos es que no puedes moverte de ahí, y créanme que es algo más que un imperativo moral: no puedes, no hay paso, debes estar de pie o sentado (en el área que ocupas de pie) durante un montón de horas. Para estirar una pierna o ponerte de lado la cosa funciona como un cubo de Rubik, alguien más tiene que recolocarse, y así sucesivamente. Sin embargo, cuando empieza el concierto te felicitas por haber resistido.
“Hemos sabido que hubo una época en que no se podía escuchar nuestra música en Cuba. Bueno, pues aquí estamos. Los tiempos están cambiando”, dijo Mick antes de presentar una canción. Y en ese sentido, ¡vaya si han cambiado!: la banda que no muchas décadas atrás nos pintaban como la quintaesencia de la decadencia y degradación de la juventud bajo el capitalismo, cierra en Cuba su gira latinoamericana (la Olé Tour, nombre a mi juicio bastante inapropiado) y sus integrantes son aclamados como dioses. Y dioses no serán, pero sí tienen mucho de iconos y leyendas vivas, no es un grupito recién formado con un par de temas de éxito, sino uno de los nombres decisivos en la historia de la cultura contemporánea.

Aunque el escenario era impresionante, comparado con los que construyeron para las giras Voodoo Lounge (1994-95), Licks (2002-03) o A bigger bang (2005-07) me pareció mucho más compacto, más centrado en la música que en el artificio: fuera quedaron las llamaradas, los fuegos artificiales, los grandes muñecos inflables y el escenario movedizo. De hecho, si antes contaban con tres coristas, ahora quedan dos, y si en giras previas tuvieron tres o cuatro músicos en la sección de metales, ahora también se redujeron a dos.
La batería de Charlie, que antes solía estar demasiado al fondo, ahora tiene mucha más presencia visual, lo que por otra parte le permite no perder de vista a Mick cuando echa a correr por los pasillos laterales. Se mantienen muchos de sus colaboradores (Darryl Jones en el bajo, Bernard Fowler en coros y percusión, Chuck Leavell en los teclados y Tim Ries en el saxo) pero aparecen otros, como la joven y prometedora Sasha Allen, que sustituye a Lisa Fisher en los coros.
En la parte final del espectáculo, un coro cubano se integró eficazmente a la banda en el tema You can´t always get what you want. Y ya que menciono esta pieza, ahí les va el set list íntegro:
Jumpin´ jack flash
It´s only rock and roll
Tumbling dice
Out of control
All down the line
Paint it black
Angie
Honky tonk women
You got the silver
Before they make me run
Midnight rambler
Miss you
Start me up
Gimme shelter
Sympathy for the devil
Brown sugar
You can´t always get what you want
(I can´t) get no) satisfaction

La banda sonó ajustada y potente, y el concierto tuvo muchos momentos hermosos, con un público absolutamente entregado y devoto (aunque, seamos sinceros, nueve de cada diez espectadores no conocieran más de tres o cuatro temas de los Stones).
Mick Jagger, bueno, ese tipo tiene que haber hecho un pacto con el diablo. Nadie puede desplegar esa energía con casi setenta y tres años (los cumple nada menos que el 26 de julio). Pero es que los demás no le van a la zaga: en cuanto empiezan a tocar son unos chicos traviesos gozando la papeleta. Keith se fue soltando según avanzaba el concierto, sus solos en Sympathy y Satisfaction fueron expresivos y fluidos, sus interpretaciones vocales notables, especialmente en You got the silver. Ronnie se lució en Rambler. El único que se sale un poco de la regla es Charlie Watts, que siempre ha tenido esa expresión de “¡las cosas que hay que hacer para ganarse la vida, con las ganas que tengo de estar en mi casa escuchando jazz!”. Sin embargo, es el motor de la banda y uno de los cerebros responsables del diseño del escenario.
La profesionalidad se revela también en detalles, como que Mick no sólo presenta las canciones en el idioma de cada país (puede expresarse en francés, en alemán y desde luego en español, aunque con un acento soez) sino que investiga previamente: dijo “el público está escapa’o”, y luego “este público está en talla”. Comentó que la noche del 24, recién llegados y luego de la recepción en la Embajada Británica, se fue a la casa de la Música de Miramar a bailar rumba. La gente rió y aplaudió salidas como esas. Es imposible no quererles: no sé cuanta gente asistió al concierto (no me extrañaría que llegaran a medio millón) pero sé que esta noche los Stones ganaron legiones de nuevos admiradores.

Bueno, ahora tenemos fotos y videos, y el recuerdo. Y, como ocurre después de viajar por primera vez fuera de Cuba y regresar, una sed insaciable por más.